La reflexión final a la que arriba Jorge Fernández Diaz, en su editorial “Como ser progre sin ser tonto o un miserable” -Diario La Nación, domingo 17/5/2020- la transcribo por su elocuente claridad “… Los españoles deberían darse una vuelta por Buenos Aires y recorrer concienzudamente La Matanza, donde el peronismo que admira Podemos ha gobernado de manera ininterrumpida desde 1983. Viven allí más de dos millones de personas. Conviene traer chaleco antibalas y estar preparado para emociones fuertes. Si el propio Perón se despertara de su largo sueño, se asombraría al comprobar cómo sus herederos han construido un paraíso de pobreza y de miseria, barrios sin cloacas, escuelas deficientes, un sistema de salud precario, clientelismo obsceno, empleo en negro, desocupados en masa y gánster del narco. Socialismo del siglo XXI.
En tiempos de populismo y de pandemia, cunden los mitos y las mentiras, y también los golpes de mano, sobre todo con una dirigencia de gen autoritario, que en la oposición usa la libertad y en el poder tiende a socavarla “Sin libertades -dice Escohotado- somos un rebaño pastoreado por hienas” Una vez más tiene razón.”
Dichas palabras del encomiable periodista, pone de manifiesto una verdad que nadie de buena fe puede desmentir, pues se trata de una realidad innegable e imposible de ocultar.
La Socialdemocracia, a mi juicio, puso en jaque los valores de occidente que promovieron siempre el progreso, y los derechos fundamentales del hombre.
Tal afirmación, obedece a que dicha concepción politica pone énfasis en los derechos colectivos, en el afán de generar una sobreprotección de derechos sociales, y al Estado benefactor por encima del individuo. Transforma la visión de la realidad a través de la ideología, interviene en la educación y marca el camino de producción, exacerbando los acuerdos sindicales, por encima de los acuerdos entre los particulares y sobredimensiona el interés social sobre el particular. Por ello no me sorprende la mutación ideológica hacia el nacionalismo fascista o de izquierda, debido a que fue apropiándose de la conciencia colectiva, y que no nos permite discernir, entre lo “racional y productivo”, de lo que es “emocional y destructivo” debido a que la clase política busca medidas efectistas, para justificar el despilfarro público, generando más cargas impositivas, y sometiendo al individuo bajo su poder.
El progresismo, en sus orígenes, se transformó en populismo, al abandonar los principios liberales que le dieron al hombre su verdadera dignidad. Ello así, porque a la hora de hacer gestión se adoptaron mecanismos económicos voluntaristas, con sumisión a las reglas Keynesianas y que han llevado a las sociedades al fracaso. El monetarismo sin restricción y el sostenimiento de la “clase políticas” -tecnócratas del poder- conducen inexorablemente a procesos inflacionarios y al desinterés en la producción.
Cuando nos olvidamos que la filosofía liberal del Estado de Derecho, que ubica en el centro de su concepción la “libertad” y la “razón” que caracteriza al hombre; cuando nos olvidamos que la libertad y la ética van de la mano; que la ley es el límite al poder, y fija las pautas de convivencia; antes o después, nos daremos cuenta que hemos perdido la libertad, la razón colectiva y que los resultados en la gestión para generar riqueza son magros, cuando no destructivos.
Ahora bien, la pasión puesta al servicio del bien común encuentra su correlato en la gestión, que se trasluce en devolver al hombre su dignidad.
Así, los países donde el hombre puede desarrollar su actividad, logra satisfacer sus necesidades con lo recaudado con su trabajo, además de darle satisfacción personal, logra una mayor producción y movilidad social ascendente -tal como ocurrió cuando llegaban los inmigrantes a nuestras tierras, en busca de libertad y trabajo luego de sufrir las iniquidades de la guerra-.
En consecuencia, observamos que aun cuando las banderas populistas den la apariencia de ser humanistas o progresistas, sus resultados, tal como lo demostró el peronismo, en todas sus manifestaciones, pecan por el “voluntarismo” puesto a disposición de la concentración de poder, buscan los resultados que se ajusten al “relato”, aun cuando sus magros resultados se pongan en evidencia como dice con claridad contundente Jorge Fernández Diaz.
La Matanza, ubicada en la Provincia de Buenos Aires, es la mejor muestra que desnuda el fracaso ideológico de un modelo que carga de autoritarismo nuestras vidas, y que abandonó el modelo que Juan Bautista Alberdi pensó para nuestra Constitución Nacional y, cuando se respetó su letra y espíritu, nos llevó a estar entre los diez primeros países dentro del concierto de las naciones, hasta que el peronismo llegó y se apoderó del poder con sus mitos.
Es importante saber que si cambiamos el rumbo hacia la libertad, poniendo nuevamente al individuo en el centro de escena, respetando la ley y los derechos garantizados en la CN y, ponemos el interés en hacer “gestión” tanto en el ámbito público como en el privado, habremos iniciado un nuevo camino hacia la prosperidad y mejor calidad de vida de los argentinos. El efecto pos pandemia, nos pone ante este nuevo gran desafío, si no queremos repetir los mismos fracasos.
*Maria Emilia Cevasco, abogada . Coordinadora de Profesionales
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