Extensión enorme, de apariencia infinita para quien lo visita. 25.000 km2 imponentes y desafiantes en el paisaje patagónico.
Hombres y mujeres nacen y viven en esta querencia inhóspita, esos lugares perdidos de la mano de Dios.
Aprenden a jugar con la chivada, juntar la escasa y mezquina leña, escuchar el viento como único sonido, acarrear agua en baldes, ensillar el caballo, enfrentar la sequía, cargar los achaques de la soledad, cocinar tortas fritas, encender el fogón temprano en la mañana y el farol por la noche, juntar los cueros, convidar algún costillar de capón, arreglar alambrados, matar las horas con el silencio amigo.
La Meseta de Somuncurá es Área Natural Protegida desde el año 1986. Allí donde todo parece nada, existe un área de biodiversidad sobresaliente de la Estepa Patagónica.
Especies autóctonas de alto valor de conservación, entre ellas, el único pez, la mojarra desnuda y un anfibio, la rana de Somuncurá.
Más de 70 especies compiladas entre las que se encuentran patos, jotes, martinetas, águilas, halcones y cisnes entre otros. Dos de ellas amenazadas de extinguirse, el choique o ñandú petiso y el flamenco austral.
Entre los mamíferos se destaca el guanaco y también se encuentran zorros colorados y grises, zorrinos, piches, mara e incluso una subespecie de chinchillón originario.
Con ellos, hombres y mujeres conviven en paisajes que los pobladores llaman «la planicie», las sierras volcánicas y los bordes erosionados de la misma meseta.
Se encuentran cantidad de lagunas, temporales y permanentes, pequeños arroyos, cañadones y quebradas, chacras colgantes y cerros… testigos de historias y tiempo suspendido.
Las temperaturas máximas en verano rondan los 42º y en invierno las mínimas los -20º.
La población de la Meseta se encuentra en los pequeños parajes al pie de la misma y residiendo sobre la mesada sólo existe un paraje, El Caín.
El resto de la población es rural y diseminada.
Somuncurá es una voz araucana que significa ‘piedra, peñasco que suena o habla en el idioma de la tierra’.
Cuentan los paisanos, que las piedras ruedan solas por las noches y suena el viento al jugar con ellas en el corazón de Somuncurá. Por eso es tierra de misterios.
Todo es grandeza en la Meseta de Somuncurá. Reino del viento y de la piedra. Fortaleza donde habitaron tehuelches y mapuches.
Refugio de tejedoras a telar. Turismo de naturaleza en estado puro. 300 millones de años. Patria de hombres y mujeres perdidos en parajes que los hacen sentir parte, de la misma Patria de aquellos que le han dado la espalda a sus necesidades.
Meseta de Somuncurá, meseta infinita de misterios y leyendas, donde las piedras hablan y su gente se arma de paciencia...
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