
Santa María es una pequeña localidad ubicada al noreste de la provincia de Catamarca.
Se la conoce como la capital de los Valles Calchaquíes y se proyecta como Capital Nacional de la Arqueología, por los sitios históricos que alberga y la manera en que su paisaje natural y humano se vincula con las comunidades que supieron habitarla en tiempos precoloniales.
La civilización santamariana se desarrolló en la zona entre el 850 y el 1650 de nuestra era, otorgando al lugar una riqueza arqueológica con vestigios de una cultura que recorre sus atractivos turísticos y alberga costumbres entre su gente.
La ciudad se encuentra ubicada a 332 km de la capital provincial San Fernando del Valle de Catamarca y fue fundada en el año 1.618 en las proximidades del actual pueblo de Fuerte Quemado, la misma fue destruida varias veces por los indígenas y otras tantas fue reconstruida.
La ciudad te recibe con una obra artística llamada Pachamama, una figura de mujer en estado de gravidez, mirando al cosmos junto a una muralla semicircular, rodeada de una fuente representando al culto del agua, siete megalitos en piedra pircada y en un lateral la puerta de la vida con una figura antropomorfa mirando al naciente.
Tierra de orígenes que recibe a los visitantes para reconstruir una historia que permite miradas posibles, a pesar del tiempo transcurrido para encontrarnos en una memoria colectiva que nos hace parte de un mismo territorio.
Desde allí variados puntos turísticos que evocan esos tiempos remotos, entre ellos Fuerte Quemado, un punto importante de la dominación incaica en el Noroeste Argentino, a 14 km de Santa María que cuenta con 500 habitantes.
Su arquitectura denota una larga presencia humana en el sitio y permite apreciar la impronta de las culturas Santa María y Belén.

Fuerte Quemado es uno de los primeros sitios estudiados en la arqueología argentina a comienzos del siglo XIX que pone en valor los restos arqueológicos de los Valles Calchaquíes.
Desde un arco de piedra denominado Intiwatana, legado de los incas, que permite ver el amanecer y por donde, de manera perfecta, cada 21 de junio con el solsticio de invierno se cuela el primer sol de la estación, permite posar la mirada sobre el lugar que habilita un recorrido único sobre las huellas de sus primeros pobladores.
La cultura santamariana que rodea toda la zona despliega en toda su magnitud el saber de la agroalfarería en el Noroeste argentino.
Fueron agricultores intensivos, con grandes obras de irrigación incluyendo represas y andenes de cultivo, lo que permitió sustentar sus considerables poblaciones. Entre los cultivos se encontraban: maíz, papa, poroto, quinoa y zapallo. También recolectaban los frutos del algarrobo y el chañar.
Trabajaron metales como el cobre, el oro y la plata, alcanzando notables niveles de desarrollo especialmente en escudos y hachas ceremoniales.
Además grandes vasijas cerámicas muy decoradas y son características las urnas funerarias para bebés.

Santa María y Belén constituyeron dos facetas de un mundo compartido, donde el intercambio social y de productos fue muy dinámico, sobre todo, en los momentos finales prehispánicos, aunque cada uno mantuvo su propio estilo y su ámbito territorial independiente del otro.
No es caprichoso que en Santa María y la zona, se hicieran pioneras investigaciones arqueológicas del país y se avance en la identificación de sitios históricos y en la promoción de un turismo responsable con la conservación y reconocimiento del valor patrimonial de sus elementos naturales y culturales.

Lugares como Cerro pintado de las mojarras, Rincón Chico, Quebrada del Puma y el Museo Arqueológico provincial ubicado en el centro de Santa María, se identifican con la importancia del trabajo realizado por las comunidades que habitaron durante siglos estas tierras y el legado originario en el presente.


Santa María, eminente población de los Valles Calchaquíes, cuenta con un importante patrimonio natural, histórico y cultural del cual toma las excelentes oportunidades para el aprovechamiento turístico. Centro de asentamiento de culturas indígenas que dejaron como legado numerosos yacimientos arqueológicos.
Recorrer los valles calchaquíes en cercanías de Santa María es una invitación a circuitos de encanto.

Sin pretensiones científicas pero con un espíritu inquieto, Catamarca- Santa María es lanzarse en la búsqueda de pequeñas piezas de la historia delineada por quienes nos precedieron en el suelo que nos supo parir.
Las culturas aborígenes de Catamarca, vinculadas con el mundo incaico, dejaron para sus sucesores un rico patrimonio de cultura, hoy convertido en rastros para ávidos arqueólogos.
Sus viejos pueblos, fortalezas y grabados sobre piedras son un pasaje de ida hacia el conocimiento de nuestro pasado remoto y una mirada de futuro para recibir a quienes busquen un respiro.
En Santa María el clima es ideal para visitarla en cualquier momento del año. Además del turismo arqueológico, en los últimos años se instalaron pequeñas bodegas que fabrican vino de altura, otro de los atractivos que tiene esta ciudad.
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