La Sagrada Familia es un templo excepcional, tanto en el origen y la fundación como en cuanto a los propósitos. Fruto de la obra del genial arquitecto Antoni Gaudí, fue un proyecto impulsado por y para el pueblo, y ya son cinco generaciones las que han ido viendo la evolución del templo en Barcelona. Actualmente, con más de 135 años desde la colocación de la primera piedra, la Basílica sigue en construcción.
El templo fue proyectado por Antoni Gaudí a finales del siglo XIX. Pertenece al llamado modernismo, movimiento que recibió el nombre de Art Nouveau en Francia, Liberty en Italia, Jugendstil en Alemania y Sezessionstil en Austria.
La Sagrada Familia todavía no ha terminado de construirse, aunque es posible que esta generación pueda asistir al resultado final. Aparentemente, el templo podrá ser culminado en el primer tercio del siglo XXI.
A pesar de que pueden distinguirse elementos que recuerdan al medioevo, la edificación no se enmarca en el estilo neogótico que alguna vez utilizó Gaudí, sino que representa un punto de inflexión en toda su obra.
Podemos distinguir dos niveles de análisis cuando hablamos de la Sagrada Familia, uno referido a sus características estructurales y estéticas y otro referido a su función y significado. Ambos niveles se entrelazan y necesitan mutuamente. Fue esa una de las genialidades de Gaudí. La estructura, por tanto, es el recurso que le permite al arquitecto afirmar sus valores espirituales y estéticos.
Todo el monumento está pensado a partir de dos ejes fundamentales que conmovían al arquitecto: el discurso cristiano y la observación de la naturaleza. Por eso, la basílica no puede ser comprendida sin atención a estos dos elementos.
Gaudí acude a símbolos y alegorías de la Biblia y los relaciona estructural, formal y simbólicamente con la naturaleza. Y la verdad es que, para el arquitecto, la naturaleza era obra de Dios.
En lugar de hacer planos, Gaudí elaboraba maquetas tridimensionales con las cuales dirigía el proyecto. Una de sus técnicas era crear volúmenes usando un sistema de péndulos. Hecho esto, colocaba un espejo por debajo de estos y analizaba la imagen invertida que el reflejo ofrecía, lo que le permitía concebir y visualizar la estructura del edificio.
La luz es un elemento de la construcción, pero al mismo tiempo está cargada de significado. Esto es mucho más patente en el arte sacro. Así, Gaudí diseñó la iluminación de la Sagrada Familia para profundizar en las alegorías espirituales y no solo para iluminar el espacio funcionalmente.
El arquitecto usa vidrieras coloridas que aportan efectos emocionales, siguiendo en este caso la inspiración del arte gótico que prefería los tamices de colores que el uso de la luz diáfana.
Así, la fachada de la Natividad recibe la luz del amanecer como símbolo del nacimiento de Jesús, luz del mundo. La fachada de la pasión recibe la luz del atardecer o del sol poniente, metáfora de la muerte de Jesús y su descenso a los infiernos. Y la fachada de la Gloria recibe la luz del pleno día que ilumina la nave central en todo su esplendor, símbolo de la resurrección.
Además de la luz, Gaudí utiliza el color en los apliques y detalles del monumento de manera simbólica. Por eso se puede ver color en pináculos y diversos motivos decorativos, siempre de talante alegórico.
Josep María Bocabella, un librero de la ciudad, fue quien encargó la construcción del templo al arquitecto Francisco de Paula del Villar Lozano.
La primera piedra de la Sagrada Familia se puso en el año 1882, ceremonia que contaba con la presencia del joven Antonio Gaudí, ayudante del arquitecto Joan Martorell. Martorell, de hecho, cumplía funciones como asesor de Bocabella.
En 1883, se inició la construcción del templo, pero en ese mismo año Villar renunció tras diferencias irreconciliables con Bocabella. Este le solicitó a Martorell que se hiciera cargo, pero el arquitecto recusó y recomendó a su ayudante Antonio Gaudí. A partir de entonces, todo daría un giro inesperado.
Con algo de la construcción avanzada, Gaudí dio un vuelco al concepto de Villar y transformó este proyecto, su primer gran proyecto, en un novedoso desarrollo arquitectónico orgánico. Sabiendo que la Sagrada Familia demoraría generaciones, Gaudí realizó maquetas a escala para que sirvieran como modelos.
Gaudí acompañó la construcción del templo hasta su muerte, acaecida en el año 1926 como consecuencia de un infortunado arrollamiento.
Los trabajos continuaron, pero en 1936, tras el alzamiento que provocaría la Guerra Civil española, un atentado acometido por los anarquistas contra el proyecto destruyó las maquetas, fotografías y modelos. Esta destrucción significó demoras invaluables en la construcción.
El arquitecto Lluís Bonet i Garí logró recuperar algunos vestigios y conservarlos. De lo poco que quedó, los arquitectos Francesc Quintana y Isidre Puig i Boada se unieron a Bonet y juntos reconstruyeron apenas la maqueta de la nave principal.
La complejidad del proyecto ideado por Gaudí y la ausencia de fuentes documentales han demorado el proyecto mucho más de lo imaginado.
En el desarrollo del programa escultórico de los pórticos o fachadas han participado 28 artistas a lo largo de los años, entre quienes destacan los artistas Llorenç y Joan Matamala, Jaume Busquets, Carles Mani, Joaquim Ros i Bofarull, Etsuro Sotoo y Josep Maria Subirachs.
Debido a que las soluciones ideadas por Gaudí nunca se habían usado en la arquitectura, hoy es necesario el uso de diferentes programas informáticos para dar con las fórmulas arquitectónicas de este genio.
Se espera que el Templo Expiatorio la Sagrada Familia esté concluido en el año 2026.
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