Por Dr. Roberto Udrisar*
EL FEDERAL NOTICIAS
Parte I.
Lo que convendría saber sobre virus, bacterias y Covid19 para protegernos de las enfermedades
El camino de la ciencia. Un poco de historia
Ante la grave crisis que produjo el coronavirus, este artículo tiene por objeto replantear con espíritu crítico el enfoque mediante el cual se instrumentó el manejo de la pandemia para que en el futuro estemos mejor preparados desde el punto de vista individual para hacer frente no sólo a una nueva epidemia o pandemia sino también a todo tipo de enfermedades. A la realidad que convenimos llamar verdad, hay que mostrarla en todas sus dimensiones, no hay que pretender ocultar parte de la realidad porque en ese caso puede estar indicando un interés oculto.
Toda idea que pretenda tener un alto grado de rigurosidad debe basarse en estas reflexiones: ¿en base a qué conocimientos hemos llegado hasta aquí?, ¿por qué estamos aquí? ¿Qué rumbo seguir para sacar el mejor provecho de los conocimientos heredados? En honor a estas premisas, siempre es de suma utilidad hacer un poco de historia.
Es muy importante tener en cuenta que vivimos en un mundo dual, y por ende en la ciencia como en todas las cosas, habrá dos enfoques opuestos, al fin y al cabo la ciencia no postula verdades, propone modelos para explicar la realidad que podemos validarlos o no en función de los resultados que vamos obteniendo.
La ciencia se basa en la observación y tiene límites muy estrechos porque los sentidos los tienen. Del mismo modo, la mente, que se basa en la interpretación, también tiene límites muy estrechos basados en los sistemas de creencias en virtud de lo que hemos visto o lo que nos han enseñado.
Lo que menos tiene que hacer el hombre de ciencia es aferrarse a un dogma, a una creencia, porque no tiene nada que ver con eso, al final lo que importan son los resultados.
La civilización occidental se configuró a partir de investigaciones en el campo de la física, de la biología y de la filosofía, entre otras ramas del saber.
A partir del siglo XVII, y durante los siglos XVIII y XIX, se produce una verdadera revolución del conocimiento que cimentó una visión mediante la cual fuimos educados. A partir de entonces se construyeron nuestras creencias. En esta etapa del conocimiento se desarrolló la física clásica y la llamada revolución científica basada en la concepción mecanicista del universo.
Estos conocimientos fueron impulsados por Isaac Newton (1.643 – 1.727) que ideó fórmulas matemáticas para los experimentos y demostraciones, por René Descartes (1.596 – 1.650) con descripciones filosóficas, y por Francis Bacón (1.561 – 1.626) con la creación de métodos científicos destinados a darle certeza a los descubrimientos.
Entre sus postulados se sostenía que el universo obedece a leyes de causa-efecto predeterminadas que la humanidad irá descubriendo.
En la medicina, como en casi todas las ciencias, se sigue con este enfoque científico hasta nuestros días. La causa está fuera del cuerpo (microorganismos) que producen un efecto en la biología generando enfermedad. Esas alteraciones están en relación a la predisposición genética de cada individuo, es decir, el cuerpo reacciona de acuerdo a la información genética que está predeterminada y en la práctica la mayoría de los médicos tienen muy poco en cuenta la influencia de la mente en el proceso, menos aún la de nuestro componente espiritual en la prevención y en el curso de las enfermedades.
Thomas Robert Malthus (1766-1834) desarrolla la teoría según la cual el ritmo de crecimiento de la población responde a una progresión geométrica, mientras que el ritmo de aumento de los recursos para su supervivencia lo hace en progresión aritmética. Por esta razón, de no intervenir obstáculos que frenen el crecimiento demográfico (hambre, guerras, pestes, etc.) podría en caso extremo provocar la extinción de la especie. A esta teoría se la denominó “catástrofe malthusiana”.
Charles Darwin (1.809 – 1.882), toma en alguna medida la teoría malthusiana y en base a sus observaciones crea la idea de que las especies evolucionan aleatoriamente en base a la supervivencia del más apto (la selección natural decide quién triunfa), marcando junto con el pensamiento newtoniano-cartesiano, la base cultural de occidente.
A finales del siglo XIX nace el darwinismo social que deriva en la eugenesia, filosofía que trata de mejorar los rasgos hereditarios humanos mediante diversas formas de manipulación genética y de esa manera lograr personas más fuertes, sanas e inteligentes. En la actualidad el avance tecnológico cuenta con los instrumentos necesarios para la manipulación genética y aplicar la eugenesia, de hecho se están empleando diferentes métodos de manipulación genética en virus que provocan una mutación no natural.
Mientras tanto en la humanidad otras teorías se gestaron. A comienzos del siglo XIX, Jean Baptiste Lamarck (1.744 – 1.829) afirmaba que la evolución es una empresa cooperativa entre organismos y el medio ambiente (simbiosis). El ambiente es el responsable de los cambios que se producen en las especies y lo que propicia la evolución es la capacidad de los organismos de adaptarse a las situaciones cambiantes del entorno.
Más adelante, en pleno siglo XX, en consonancia con esta teoría surge en el campo de las ciencias la epigenética mediante la cual la herencia genética no determina las condiciones biológicas, es más, ni siquiera es el factor condicionante fundamental y se contrapone al determinismo genético basado en que el control absoluto de nuestra biología lo tiene el ADN, ergo, de lo que hemos heredado.
La epigenética sostiene que son las influencias medioambientales como por ejemplo la contaminación ambiental, clima, nutrición, etc., y los pensamientos y sentimientos derivados de la interpretación que hacemos de los estímulos del entorno y del estilo de vida que adoptemos, los que regulan la actividad génica.
En el campo de la medicina Louis Pasteur (1.822 – 1.895) sostuvo en base a sus observaciones, que las enfermedades son causadas por agentes externos y las infecciosas se curan si se logra ganar la batalla contra los microorganismos (teoría microbiana de la enfermedad). Los antisépticos, bactericidas y antibióticos, entre otros medicamentos, nacen al amparo de esta teoría.
Entre tanto Antoine Béchamp (1.816 – 1.908) opina, también en base a evidencias científicas, que el terreno, es decir el organismo, es el responsable del mantenimiento de la salud. Si el terreno está en inferioridad de condiciones, con bajas defensas orgánicas, los microorganismos encuentran un campo fértil para desarrollarse (teoría del terreno) y provocar enfermedad.
Básicamente nos encontramos, como no podía ser de otra manera en este mundo dual con dos principios: el determinismo y el ambientalismo
El darwinismo es determinista genéticamente, para que haya selección natural tiene que estar la información genética predeterminada, y los ambientalistas tienen un origen lamarkiano, es decir, el ambiente genera las características del individuo.
La medicina occidental siguió el camino del determinismo, la causa de las enfermedades infecciosas está fuera del organismo (microorganismos) y el destino genético está determinado por la fortaleza de los genes, desde este enfoque somos víctimas de nuestra herencia.
Newton, Darwin, Pasteur sostenían que todo está separado, por ende, los microorganismos son entidades separadas del organismo humano, son el enemigo al cual hay que vencer en esta lucha del más fuerte. Esta visión facilitó la industria farmacéutica pues hay que descubrir el medicamento apropiado para que elimine a los microorganismos. El paciente descansa en el médico y el médico en los medicamentos.
Pero inevitablemente la ciencia evoluciona y no hace mucho tiempo irrumpe en el campo de la biología la medicina integrativa que tiene sustento científico en la neurociencia, en la epigenética, en la bioquímica de las emociones y reconoce al ser humano como un ser bio-psico-espiritual integrado con el medio ambiente y con la sociedad, es decir, integra las dimensiones físicas, psicológicas y espirituales de la persona con su entorno y relación social, y promete erigirse en la medicina del siglo XXI.
Este modelo de atención tiene como eje central la activa participación de la persona en el mantenimiento y recuperación de la salud. Mientras la medicina alopática o tradicional que se practica sobre todo en occidente descansa en el médico y en el medicamento, la medicina integrativa descansa en la responsabilidad de las personas para activar el potencial de auto curación que tiene el organismo.
Esta nueva visión basada en la consciencia, se apoya en las ideas de Lamarck, Béchamp, entre otros y más recientemente en la teoría cuántica y afirma que el estado de salud depende de las condiciones medio ambientales, y del estado mental, emocional, energético y químico de las personas.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí?, pues bien, porque hemos seguido la corriente de pensamientos newtoniana-cartesiana, de Darwin, de Pasteur, entre otros.
¿Por qué estamos aquí?, porque hemos construido un sistema de creencias en esas teorías y las hemos aplicado.
¿Qué rumbo seguir para sacar el mejor provecho de los conocimientos heredados?. Sin dudas que en el campo de la salud estamos aquí por haber seguido una línea de conocimiento, haber creído en ella y por aplicarla. Pero convengamos que no estamos del todo satisfechos con sus resultados.
Por lo tanto, la evolución del conocimiento nos obliga a tener en cuenta otro enfoque del proceso salud-enfermedad, un modelo que integre los tres componentes del ser humano: cuerpo, mente y espíritu ya que, a la luz de nuevas evidencias científicas al utilizar tecnología de punta, está demostrando mejores resultados a la par de economizar el gasto que ocasiona la medicina convencional.
Además, aplicando este modelo de atención, nos deja mejor preparados desde el punto de vista inmunológico para enfrentar cualquier tipo de enfermedades.
*Dr. Roberto M. Udrisar. Director de Salud Holística Paraná. Centro de medicina integrativa. Autor del libro “Vivir con salud. Un enfoque integrador”; “Armonía personal productiva”; “Proyecto ser Uno”. Embajador oficial de Biia lab en Paraná. Entre Ríos. República Argentina. (organización norteamericana creada para transformar el ser). e-mail: rudrisar@hotmail.com