«Fue muy emotivo. Algo increíble. Hay muchas cosas que uno recuerda del automovilismo, pero sin dudas lo que viví con mi familia quedará grabado toda la vida», recuerda Martínez, y agrega cómo se decidió por el retiro. «La idea nació en Concordia el año pasado. Antes había pasado que cuando decidí no arrancar en el TC, en los últimos años 2018 y 2019, me dije ‘en cuatro o cinco carreras voy a estar de vuelta’, y pasó todo el año…».
Al llegar ese día sus emociones afloraron. «En la vuelta cuando cuando me llevaron a saludar el público, se me aflojó todo», confió el «Gurí» durante la charla que mantuvo con Carlos A. Legnani en el Instagram de Campeones. Y sostuvo: «Uno quisiera estar corriendo una carrera, aunque sea como invitado, pero sin dudas hay ciclos que cumplir».
A su vez, reconoce que la categoría le permitió ser ídolo. «Yo fui campeón de Fórmula Renault, TC2000 y Top Race, pero uno se hace conocido por el Turismo Carretera. Eso es increíble. El cariño de toda la gente durante todos los años me voy a llevar siempre, y me dio muchísima fuerza cuando no me salían las cosas. Me brindaron su apoyo increíble», manifestó.
Cuando se inició apenas era adolescente. «Yo corrí porque a mi papá le gustaban las carreras. Armamos un día un Fórmula 6 entrerriano. Empecé con 17 años, y en el 86, a los 20 años, debuté en Fórmula Renault. Lo que se vivía en el zonal era increíble, me acompañaba todo el pueblo, hacíamos peñas», evoca sobre esas primeras carreras.
Al consultarle sobre quién era su ídolo, el «Gurí» asiente: «Luis Di Palma. Es más, mi hermano Luis Rubén se llamá así por él, Mi mamá ni se enteró porque mi papá lo anotó rápido. Je». Detallando cuándo lo conoció, Martínez rememora: «Fue en Paraná cuando corríamos con el zonal, el día del debut de José Luis en TC2000. Verlo en persona parecía increíble, porque los seguíamos por radio y TV, o las revistas».
«Te dejó la enseñanza de saber correr cuando las condiciones son diferentes. Si largaba 23 llegaba 23, cuidando el auto; y si tenía para ganar lo hacía, con las mismas ganas», expresa sobre lo que aprendió de Di Palma.
Con otro de los que tuvo un «encuentro cercano» fue con Juan María Traverso, quien lo bautizó «Chino» y con el cual mantiene hoy una buena relación. «El Flaco es un maestro. En Trelew, me hice famoso con Traverso. Había clasificado segundo de él y en la largada lo paso. Lo aguanté hasta que pude; en un momento me quiso pasar, nos apoyamos y salió hacia las bardas. Lo enojado que estaba ese hombre. Malísimo», recuerda.
«Me golpeó el capot cuando paré a cambiar una goma y me hizo la seña de la cruz. No podía bajarme del auto después, porque me temblaban las piernas. Ahí nos peleamos y nos distanciamos», señala sobre aquella incidencia en el autódromo de Trelew.
«Después en el ’98 Víctor Rosso nos junta. Me dice que lo iba a Traverso al equipo, y yo le decía para qué si estábamos con Luis Soppelsa. Hasta que me convenció diciéndome: ‘Qué mejor si le ganás en el mismo equipo», admite.
«Ahí nos amigamos. Fuimos a la primera carrera en el ‘Cabalén’ cuando habilitan la pista miro y lo veo fumando en el paredón. Sali, hice la vuelta y fui el mejor, cuando entro a boxes él sale y hace el uno», resalta sobre el funcionamiento del piloto de Ramallo.
«Aprendí de él a no estar pensando todo el día en las carreras. Me dijo que el trabajo lo hace el equipo, y uno tiene que manejar y disfrutar», reconoce sobre las enseñanzas de Traverso y también se acuerda de los momentos como el de algún reclamo: «Te ibas enojado para hablarle, pero te salía con algo inesperado y terminabas riéndote. Tiene esa chispa».
La etapa de TC2000 fue fructífera. «Llegué al TC2000 justo en la época en donde había pilotos de la vieja generación. Cuando Juan Carlos Pianetto me invita a correr con el equipo, en donde René Zanatta era mi compañero. Mi primera carrera que gané fue en Salta. El día anterior, mi motor fallaba y Hugo Bini cambió los carburadores y mejoró de gran forma», indica.
Sobre cómo aprendió a manejar, Martínez confiesa: «Fue con un tractor que mi tíome prestaba, en Febre, adonde nos mudamos cuando tenía tres años desde Rosario del Tala y en donde vive aún mi papá». Allí cumplió con la primaria y secundaria, indicando que en esta última etapa educativa tuvo la posibilidad de contar con una moto que le compró su padre.
Al remitirse a la casa en Rosario del Tala, dijo: «Aún está mi casa. Hay dos semáforos, uno en el cruce de la ruta que va de Paraná a Concepción del Uruguay; en el segundo frente a una estación de servicio está la casa. Ahí me acuerdo que mi mamá trababa la puerta con una tijera; mi hermano y yo andábamos en triciclo, por el patio en donde se ordeñaban vacas».
Sus padres fueron puntales importantes en aquellos primeros años de Fórmula 6. «El segundo año de la F6 apareció una caja y un motor nuevo. Con el tiempo me enteré que eran mis padres que me lo compraban con la recaudación de una cosecha. Hoy sería difícil», asegura.
Luego de cumplir con esos años en la categoría zonal, tuvo su ascenso a la fértil Fórmula Renault Argentina, que proyectaba pilotos con un parque de más de 50 autos por fecha. «Entre el ’88 y ’92 me fui a vivir con Juan José Ramini a Villa Constitución. Le agradezco a mi familia por permitirme hacer eso, y que pueda correr», confía.
Sobre la Fórmula Renault, asegura: «Era la categoría que cualquier chico quería correr. Cuando arranqué tenía motor 1400, y con el tiempo fue sufriendo transformaciones. Cuando terminó el campeonato de 1991, el campeón ya no podía seguir en el siguiente, y ahí tuve que irme. No tenía un proyecto para seguir».
Al poco tiempo, pudo armar un programa de carreras y continuar compitiendo en monopostos, como la Fórmula 3 Sudamericana, y luego el ingreso a TC2000 con la escuadra de Pianetto Competición.
No obstante, sostiene que las categorías de monoplazas deben ser parte de la actividad nacional. «A quienes nos gusta el automovilismo sabemos que la proyección es desde las fórmulas. Hoy me encanta ver la F3 Metropolitana, y me sorprendió su parque. Con más de 35 autos en las dos primeras fechas, nos llena el corazón. En la Renault, cuando pusieron los mismos motores para todos comenzó a caer y, como muchas categorías, fue perdiendo su cantidad de autos», opina.
Esa proyección que debe tener la fórmula, está suplantada con las categorías promocionales de la ACTC. «El automovilismo argentino tiene una escalera con los autos con techo en la ACTC, en donde tenemos pilotos de 20 años que luego corren en TC, y cuentan con un futuro importante en el automovilismo. Aunque no todos los casos son iguales, hay chicos de 16 a 17 años que aún deben madurar, pero que consiguen hacer maniobras increíbles. Los pasos se aceleraron», enuncia ante el rápido ascenso de los pilotos.
Revalida que ante este panorama la experiencia que adquieren desde esa edad les permitirá tener una prolífera campaña durante las próximas dos décadas. «Hoy un piloto tiene su plenitud entre los 30 y 35 años», asegura Martínez, sobre la edad en donde se ve a cada participante en su nivel optimo de rendimiento personal.
Y aclara: «Los pilotos somos una raza rara. Creemos que somos los mejores, que nunca nos equivocamos, y decimos que el problema está en el chasista, motorista, las gomas… Hay pilotos que te hacen difícil y otros te la hacen fácil».
Al consultarle sobre el origen del color amarillo de sus autos, explicó: «Cuando corría en la Fórmula Renault, primero mi auto fue azul, después rojo y blanco, y cuando un sponsor me dio su apoyo lo pinté de amarillo que eran sus colores; con ese amarillo primero fui subcampeón y después campeón».
«En TC2000 coincidimos en que los Ford Sierra de Pianetto eran amarillos, como los usaba Zanatta. Y en TC, Rodolfo Di Meglio me preguntó de qué color quería pintarlo, y entonces lo llamé a mi patrocinante y me dijo que lo haga del que quiera y desde entonces (salvo en 2001) siempre fue amarillo. En TC los colores te identifican», afirma.
«Tuve la suerte de estar en buenos equipos y con buenos autos», repasa sobre las escuderías en donde compitió. «De todos aprendí. Pero lo de Tulio Crespi es increíble, por las ganas y potencia que te dice las cosas, y si bien puede estar atado con alambre, te convence y te concentra en ganar», se refiere sobre el pionero de las fórmulas en Argentina.
«Es un ser extraordinario. Ibas a decirle que el chasis se rompió y te daba uno nuevo. ‘Pero no puedo pagarlo’, le decías y él insistía, ‘llevatelo, después vemos», expresa sobre las facilidades que les daba Crespi a los pilotos. Precisamente, él tuvo mucho que ver con cruzarlos a Martínez y Guillermo Ortelli en la historia: «Nos hizo debutar a los dos en TC», confirmando lo dicho por el propio Tulio días atrás.
«Cuando dejé la fórmula, Ortelli arrancaba con esa camada de Juan Manuel Silva y el resto y en el TC2000 ya había corrido unas antes que él», se encarga de aclarar Martínez, quien refleja las principales características que le agradan del saltense: «Su profesionalismo y la forma de encarar las cosas. Además, cuando llegó al TC empezó bien y después llegamos a competir entre nosotros».
«Nunca nos peleamos, ni nos dijimos algo fuera de lugar, teníamos un respeto mutuo. No iba a su box ni él venía al mío. Se arreglaba en la pista y en la carrera siguiente», rescata el «Gurí» sobre su rivalidad sana con Ortelli.
Esa buena relación se reflejó cuando Alberto Canapino armó un proyecto con la ACTC para una prueba en Estados Unidos con un auto de Indy Car. «Fue en 1998. Fuimos con Ortelli y José Ciantini, a probar en Portland. Fue una experiencia sin igual, nunca había manejado tanta potencia», asegura.
Sus comienzos en TC fueron con el debut en Buenos Aires, como invitado de José María Romero, en el Ford de Olavarría Competición, que asistía Crespi. Más tarde pudo acordar con Jorge Trepat para manejar el Ford campeón de 1993 con Walter Hernández y la atención Héctor Giambrone en el chasis. «La presión que tenía, era porque quería ir rápido con ese auto que había peleado los campeonatos con Hernández», indica.
«Arranqué en la época de la ruta, desde el 95 al 97. Era difícil, porque uno pensaba que había que frenar más adentro de las curvas. A quien venía de las fórmulas, nos costaba al comienzo. Había que levantar, hacer los cambios suaves en los rebajes. Y después, era increíble lo que aceleraban, lo que hacían. Habré ido como quince veces a probar a la marca, cerca de Luján, antes de la carrera. Era sagrado», sostiene.
«La última en ruta, en Santa Teresita ’97, terminé segundo de ‘Lalo’ Ramos», repasa el «Guri» en aquella competencia que cerró la época de los semipermanentes en la historia del TC. «Uno aprendía, porque teníamos de referencia a Traverso, Di Palma, y el caso como Satriano que estabas seguro corre con él, porque no te tocaba», asegura sobre cómo iban insertándose los pilotos de la nueva camada en aquellas pruebas.
Y destaca que como le pasaba a él con Ortelli, y cómo se manejaban los códigos entre sus camaradas, al quedar todo en esa carrera y esperar la siguiente para hablarlo. Hoy los pilotos son de hablar más, de aclarar todo por mensaje», manifiesta sobre los tiempos modernos.
Un tema que era inevitable fue el de la sanción que tuvo por haber corrido con el motor fuera de reglamento en Concordia 2016. «No es fácil hablar a raíz de lo que sucedió, sobre todo por los comentarios. Hay quienes no me lo van a perdonar lo de Concordia. Cada uno es dueño de opinar», señala Martínez.
«Como familia la transitamos muy unidos, con el apoyo de Patricia, que me acompaña desde novios, y sabe todo, cada kilometro, cada andanza. Tiene mejor memoria que yo», expresa sobre cómo lo afrontó junto a su familia.
«Se que es un deporte en donde todos quieren ganar. Y cuando hay un comentario salta a la luz, y la realidad es que estoy muy tranquilo. Ya lo expliqué muchas veces. Soy consciente de haber cometido un error que no debía. Fui bien sancionado», apunta sobre la pena que debió cumplir por la CAF de la ACTC.
Hoy, ya abocado a su labor de director de equipo cuenta con su hijo Agustín haciendo sus primeras experiencias con el TC Mouras, a bordo de un Ford. «Esta aprendiendo. Se que es difícil ser el hijo de… me pongo en su lugar. Le tengo que dar el lugar para que lo haga a su manera, aconsejándolo como padre. Queremos que siga en la categoría», aventuró.
Su taller espera por volver a las rutinas diarias, para trabajar en los autos. «Somos unas 25 personas en total. Doce son empleados permanentes y el resto se suma en las carreras», detalla Martínez sobre su plantel de mecánicos, para atender el Ford de Mauricio Lambiris y el Torino de Carlos Okulovich en TC, y las TC Pick UP.
«Me quedé con las camionetas porque son menos carreras, y corren habitualmente en La Plata. Y también porque quiero dedicarme a pleno con los autos de TC. Tenés que poner al 100% todo», sostiene el «Gurí».
Como mensaje a la nueva generación de pilotos, Martínez les dice: «A los chicos les digo que estudien y se reciban. Y si quieren correr no lo dejen de soñar, alguna vez lo cumplirán. Nunca hay que darse por vencido. Todo se aprende, porque nadie nació sabiendo».
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