Por: Lic. Juan Manuel Morales – Fundación Nuevas Generaciones – Sede Neuquén
A horas de que se cumpla el plazo para el canje de la deuda, se ha conocido la noticia de que el Gobierno tomó la determinación de extender por 10 días las negociaciones con los acreedores externos con el objetivo de alcanzar una reestructuración exitosa de los bonos soberanos y evitar así el default. Tras la pobre propuesta inicial hecha por el Ministro de Economía de la Nación a mediados del mes pasado, estar hoy cerca de un acuerdo es una buena noticia para todos.
Cuando un país entra en default automáticamente queda excluido de los mercados financieros mundiales, o sea, nadie del exterior le presta dinero de manera voluntaria y esto significa la imposibilidad, tanto de la Nación como de las provincias, de financiarse con ahorro externo. Por el otro lado, el default afecta también a las empresas radicadas en el territorio nacional, ya que estas incorporan de alguna manera el riesgo que implica estar en un país que no es confiable y también pierden la posibilidad de financiarse o de recibir inversiones.
Básicamente, renegociar la deuda significa que en el futuro entrarán más dólares a la economía argentina, los cuales se sumarán a los que ingresen por exportación y por inversión extranjera directa. Y sin dudas, esto le quita un poco (solo un poco y en el cortísimo plazo) de presión al dólar, el cual estuvo volando las últimas semanas.
Eludir el default de la deuda soberana es vital para que Argentina no quede aislada del mundo y para que pueda iniciar una recuperación exitosa post COVID, pero también hay que comprender que la renegociación de la deuda es solo una parte de un gran paquete de medidas que hay que llevar adelante y que es un gravísimo error creer que, por el simple hecho de lograr un acuerdo positivo con los acreedores, ya es suficiente para retomar los senderos del crecimiento que algunos años atrás hemos abandonado.
El verdadero desafío de Argentina es hacer las reformas estructurales para evitar que esta situación vuelva a repetirse. Recordemos que hace menos de 20 años en el Congreso se festejaba al canto de “Argentina, Argentina” el anuncio del default más grande de la historia moderna, tres años más tarde se llevaba a cabo el primer canje con los acreedores, luego, hace 10 años, el gobierno volvía a renegociar con gran parte de los acreedores que no habían entrado en el canje del 2005 y hace tan solo 4 años el país salía de un default selectivo.
Es claro que si Argentina no es capaz de dar un giro a su política económica, en algunos años un gobierno futuro se encontrará renegociando o defaulteando estos instrumentos que hoy espera colocar la actual administración.
Un Estado que tiene un nivel de gasto público de país rico soportado por un nivel de ingresos de país pobre está condenado a repetir la historia de sobreendeudamiento e inflación alta hasta que aprenda que, como decía Milton Friedman, “no hay tal cosa como un almuerzo gratis”. Es decir que, al ser los recursos escasos, siempre que estos se consumen alguien termina pagando la cuenta.
No es lógico que Argentina pueda volver a crecer si el sector privado no es capaz de ganar dinero, y este es el reto del gobierno: el foco debe estar puesto en generar las condiciones institucionales necesarias para el desarrollo de la actividad privada y su crecimiento.
Es curioso que, a pesar de que no haya gobierno que no reconozca que en Argentina hay escasez dólares, pocos comprendan que las exportaciones y las inversiones no son capaces de proliferar en donde los negocios no generan rendimientos económicos. Los capitales no se fugan ni se retinen, simplemente se mueven hacia donde maximicen utilidades para sus dueños. En este sentido, las recientes declaraciones de la diputada oficialista, Fernanda Vallejos, sobre la intención de estatizar empresas no hacen más que alejarnos del progreso que los ciudadanos demandamos. Además, habría que explicarle a la diputada que el Estado ya participa en todas las empresas llevándose más del 50% de la facturación vía impuestos. Lo que necesitamos los argentinos es que el Estado salga de las empresas, no que profundice su camino a un modelo soviético el cual ya sabemos, a la luz de la evidencia empírica, siempre es empobrecedor.
Con default o sin default, la solución a la decadencia económica Argentina se encuentra en las reformas estructurales que puedan hacer los tres niveles del gobierno orientadas a reducir impuestos, a reformar el Estado, a bajar gasto público, a reemplazar regulaciones inservibles por otras que generen incentivos a la creación de empleo, a hacer un sistema previsional sostenible y a llevar a cabo una reforma monetaria que logre las condiciones para aumentar el ahorro y la inversión. Mientras que no se tomen medidas en esa dirección, lamentablemente, el éxito en reestructuración de la deuda (si se logra) será un vasito de agua en medio del desierto.