INFORME
En medio de esta cuarentena a causa del COVID-19, las decisiones en la ganadería como en cualquier rubro de la economía están muy condicionadas. Entendiendo que estamos en un mundo volátil, incierto, complejo y ambiguo y con una macroeconomía nacional que tiene mucho de artificial, los ganaderos en la Argentina pregonan cautela, pero producción.

En este escenario nos encontramos con que Europa, Rusia e Israel están llevando muy poco volumen o nada. China reactivó la importación de carne pero a un nivel de precios sensiblemente menor a lo que fue el último trimestre del año pasado. No olvidemos que ante el temor a que faltara carne, el Gobierno chino flexibilizó los controles en las fronteras con India, Hong Kong y Vietnam habilitando los llamados mercados grises. Esto de ser China-dependientes ha dinamizado el mercado de la exportación y evidentemente cuando ocurren catástrofes como estas, la cadena cárnica tiembla.
Indudablemente esta crisis agarra mal paradas a algunas empresas del agro y pone en evidencia serias debilidades existentes previo a la pandemia, tanto en la situación financiera, en la baja competitividad, aunque a algunas empresas las encuentra sólidas y con un alto nivel de tecnificación. En ambos casos dudan sobre lo que vendrá, sobre los precios, sobre el intervencionismo del estado o sobre posibles estallidos sociales, pero mientras tanto siguen produciendo.
Recordemos que el Gobierno tiene una suerte de relación de amor y odio con el sector, y un deseo permanente de manejar el cash agropecuario, ya sea por desdoblamiento cambiario, retenciones, o por algún proyecto de esos tan innovadores que piensan en el Instituto Patria como volver a la Junta Nacional de Granos.
Pero no nos vayamos de foco, lo cierto es que a pesar de que la rentabilidad de los productores viene en retroceso, sobre todo si miramos en el Excel los números de la cría, ya se sembraron los verdeos y las pasturas, se intentará mejorar los índices reproductivos, se engordarán los novillos y se cuidará la sanidad de los rodeos. Con miedos, sí, pero el negocio no se detiene. Más que nada pensando en que las exportaciones son la salvación del mercado ganadero, y que ellas salvarán las papas de la ganadería.