El lugar posee una belleza particular que brinda las elevadas y coloridas barrancas sobre el río, antiguas canteras de granito donde se asoman vestigios del siglo pasado que recrean parte de su historia.

Esa que cuenta que en 1909 integrantes de la alta sociedad argentina decidieron buscar un lugar para construir una villa de invierno. Buenos Aires tenía poco para ofrecer en períodos de descanso en esta época.
Empedrado se dispuso con una ley que permitía avanzar en el proyecto con la construcción de un hotel y parque donde se distribuiría el resto de la planificación del lugar.
Una vez inaugurado en 1913 como símbolo de la bella época no reabrió sus puertas nunca más y sus ruinas fueron adjudicadas al comienzo de la primera Guerra Mundial y a la falta de previsión para su rentabilidad comercial.
En 1942 fue demolido luego de que sus despojos resultaran más producto del propio hombre en su abandono y vandalismo, que de la erosión del viento en manos de la naturaleza.
Ruinas que hablan de la impronta de nuestro país.
A pesar del fallido intento de esos años se ha convertido gracias a su paisaje y su microclima en un lugar privilegiado para disfrutar las costas de blanca arena convertidas en balnearios de gran afluencia, local y del país.
Es un zona rica en flora y fauna autóctona además de contar con paradores, deportes náuticos, puerto pesquero y la belleza de las barrancas, que se desgranan hacia el río con puestas de sol que invitan al disfrute de la buena compañía.

Al ser una ciudad colonial, Empedrado también tiene muchos sitios históricos para recorrer, provenientes del turismo religioso.
Surge a mediados del siglo XVII, con el establecimiento del Fortín Santiago Sánchez y el posterior Pueblo Viejo, cerca del Arroyo Empedrado. Durante el siglo XVIII, fue destruido por una invasión indígena del Chaco.
En 1806, en torno a la capilla erigida fue formándose otro núcleo poblado. Estos se apoyaban fundamentalmente en el amparo y la protección que les brindaba la fe en la imagen de El Señor Hallado, representado en una simple talla de madera, creada por manos indígenas.

En el año 1739, se dice que el hombre, que peregrinaba a Itatí, se detuvo a descansar en la zona de la desembocadura del arroyo Empedrado, donde originalmente estaba una reducción franciscana luego destruida. Cuentan que en ese lugar del pueblo viejo sintió una presencia que lo llamó a mirar hacia la copa de un árbol donde descubrió la cruz tallada en madera.
El suceso caló hondo en la creencia de las personas del lugar y se fue quedando para acompañarlos hasta el día de hoy.

En sus conmemoraciones conviven la fe, los carnavales, las fiestas interminables, los juegos típicos, el chamamé y el guaraní mezclado con el inglés para recibir al turismo.
La ciudad no es ajena al camino de los carnavales que caracterizan a toda la provincia, siendo sede de los carnavales infantiles para desplegar todo el color y ritmo de los más chicos.

El sentido más tradicional del carnaval se asocia con la Cuaresma y con el cristianismo y la religión, aunque parece ser que, en su origen más primario, el carnaval ya era celebrado por otros pueblos hace alrededor de 5.000 años.
En carnaval mudamos de ropa y nos caracterizamos sin miedo a expresarnos a través del cuerpo y la música otorgándole el sentido cultural de cada lugar.
La continuidad histórica y folclórica que se refleja en la reverencia a la cruz de Señor Hallado que dió fuerza al desarrollo de la localidad, así como el ritmo popular de quienes disfrutan del carnaval sin ningún tipo de impronta religiosa.
Los pueblos hablan a través de sus fiestas y otorgan a sus lugares valor propio.
La atraviesan historias de destinos de lujo para la élite de una época, la esperanza motorizada por la fidelidad a los santos y sus ceremonias y también la recuperación del patrimonio cultural que denota la pujanza de algún período.
Tal es el caso del Teatro Dora construído en 1916 y puesto en valor por un grupo de «amigos» que gestionaron fondos para recuperarlo y la vieja Estación del ferrocarril como Museo. Atractivos turísticos para visitar.

Empedrado empezó a escribir su historia casi con la colonización, con registros que datan del siglo XVII.
En estos destinos Dios es más grande, la devoción de seguir rezando, desde hace más de 300 años cuando decidieron quedarse para seguir festejando.
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