El miedo y la preocupación llevarán el pico del covid-19 al último trimestre del año

Por Norma Pimienta

En estos momentos, y desde hace varios meses, todos los seres humanos estamos implicados en la misma situación planetaria: nunca como ahora se había sentido la interconexión emocional entre todos nosotros. Se globalizó el miedo compartido y realimentado por todos. Los medios oficiales comunicando “lo mismo”, las 24 horas del día, en todo el mundo; las publicidades de los laboratorios farmacéuticos ofertando medicamentos , las 24 horas del día, por esos mismos medios oficiales; los mandatarios gubernamentales  repitiendo los mismos argumentos (a pedido de la OMS); y las conversaciones girando sobre el mismo tema y con la misma carga emocional negativa. Este contexto emocional, basado en el miedo y la preocupación, reducen la vitalidad , por causa del stress, y tienen un efecto directo en la presión atmosférica astral. ¿Qué es esto? Hablemos sin temor ni negación de otras “cosas”,  de lo contrario será imposible comprender lo que nos está sucediendo.

La vida emocional de las personas está delimitada en el llamado cuerpo astral, del mismo modo que la vida física se mueve dentro de un cuerpo físico y los pensamientos, en un cuerpo mental. El cuerpo astral es el reflejo de todo lo que nos pasa interiormente: cómo nos sentimos, qué emociones experimentamos hacia nosotros mismos y hacia los demás. Posee sus propios hábitos y tendencias; por ejemplo, sentirse deprimido o preocupado por cualquier cosa.Tiende a repetir las vibraciones a las que está acostumbrado (del mismo modo en que se repite un gesto facial, por ejemplo, en el cuerpo físico), y esas vibraciones “buscan” ondas similares en su entorno específico. Si un grupo de personas preocupadas por un virus, experimentan vibraciones de baja frecuencia -como miedo al contagio y a morir- esas ondas se expanden buscando ondas de similares características, y dada la situación actual, se encuentran fácilmente por toda la superficie planetaria. Esta condición humana no solo reviste importancia a  la hora de analizar los efectos de nuestros comportamientos y emociones, sino que se acumulan en un depósito permanente que impulsa al individuo a responder siempre igual a las mismas condiciones. Por ejemplo, el rencor, el resentimiento, el miedo, la culpa, la vergüenza, el odio, haciendo que se encuentre con personas de iguales perfiles emocionales (en el trabajo, en el barrio, en el país que habita).

Estamos sintonizando, recíprocamente, iguales condiciones emocionales desde hace casi 100 días, en nuestro país, es decir, que a las preocupaciones personales les sumamos las de nuestros semejantes. La influenza tiene sus raíces en la preocupación y el temor; comenzó a diseminarse en contextos donde prevalecen estas emociones y, actualmente, en todo el planeta se ha incrementado esta condición emocional colectiva, que provoca una pandemia de irritabilidad, preocupación y temor.

El impacto que la sobreinformación tiene sobre el campo emocional, en estos momentos, basada en el miedo al contagio, a la pérdida de trabajo, a la carencia y a la cercanía del “otro”, es de proporciones inéditas, en la humanidad. Se está poniendo en juego el paradigma de la supervivencia, y esa es la clave para comprender las causas de esta crisis global. Si no logramos controlar las frecuencias vibracionales de la supervivencia (miedo a la muerte y a la carencia económica) no saldremos de esta pandemia.

Cuando finalmente el gobierno estructure una “salida” de esta centena interminable- y adopte alguna postura frente a la crisis económica que se avecina- las personas saldrán a la calle con más preocupación que antes, pues la economía es la otra cara dela moneda de este pilar de supervivencia. Sin haber, incluso, superado el miedo a morir, deberán enfrentarse con la preocupación más “real” que siente el ser humano en dualidad: el no tener dinero.

Un gobierno, además, que basa su ideología en el miedo, la confrontación, la estigmatización del otro como enemigo, y que ha puesto al virus como mecanismo de supervivencia del perfil más vulnerable de la dupla presidencial, hará todo lo posible por extender el aislamiento social. El distanciarse del otro nos vuelve más desvalidos, débiles y permeables a la sugestión por el miedo. Distanciarnos es lo opuesto a la fraternidad que es la virtud de las comunidades desarrolladas. Que Nueva Zelanda haya superado el virus no es casual ni se debe a medidas gubernamentales. Los ciudadanos allí no se tienen miedo entre sí, viven en contacto con la Naturaleza (casi) todo el tiempo, el nivel de stress es bajo y sonríen cuanto más pueden. Su campo astral colectivo es proclive a la salud, no a la enfermedad. En Argentina las personas viven en confrontación permanente: con la burocracia al hacer un trámite, con los gremios por un salario razonable, con la inflación que destruye la economía, con gobernantes que representan aquello que reflejan sus cuerpos astrales: miedo a ser desplazados por el otro ( por baja autoestima e inseguridad)–caso Fernandez en relación a Cristina Kirchner ; paternalismos infantiles que socavan la autonomía personal (por proyección de esa misma falta de confianza en sí mismo) ; avasallamientos a la propiedad del otro (como reflejo del carácter centrado en uno mismo y en la crítica permanente a lo que hace el otro). El campo astral colectivo es propenso a crear virus, pues la irritabilidad, el temor y la preocupación son constantes. Por eso es dable suponer que el famoso “pico”  en la curva de contagios se presente hacia fin de año, cuando las mentes y las emociones de los argentinos estén totalmente volcadas a  la supervivencia.

Hay una solución: el auto-dominio , trascendiendo esa emocionalidad negativa, en la plena confrontación con uno mismo y sus creencias. Se puede elegir si se sigue sosteniendo la frecuencia vibracional de la supervivencia o si se empieza a sostener otra distinta: la de la confianza en sí mismo, la aceptación del otro (sin discriminación, crítica, juicio ni condenación, que son los pilares fundantes del racismo) y la mente enfocada en lo constructivo y lo verdadero. Se puede elegir. Se debe elegir: es un dilema que nos interpela como humanos, en este tiempo de cambio trascendental que vive la humanidad.

www.normapimienta.com – Autora: “Dinero y Evolución: del materialismo a la No-dualidad”; Grupo Pampia Editor; BsAs; 2019

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