Por: Lic. Juan Manuel Morales – Fundación Nuevas Generaciones – Sede Neuquén
En las últimas semanas el dólar se movió con intensidad, si bien la pizarra oficial muestra una cotización fijada alrededor de los 69 pesos, el dólar MEP, el dólar contado con liquidación (CCL) y el blue suben en una dinámica hasta ahora imparable. Al momento de escribir estas líneas las cotizaciones que surgen de la bolsa (MEP y CCL) se encuentran alrededor de los $122 y el dólar blue en $138, es decir que la brecha aproximada con el oficial se encuentra en 76% y 100% respectivamente. Por otro lado, las cotizaciones del MEP, CCL y blue meten presión sobre el dólar oficial el cual, desde marzo a hoy, sólo subió 6%.
Si bien nadie sabe hasta cuánto subirá el dólar, creo que no hay dudas que la tendencia seguirá al alza. De marzo a la fecha dólar MEP y dólar CCL subieron alrededor de 50% y el blue 75%. En este contexto es sumamente complicado pretender que los agentes ahorren en pesos. Con la intención de generar incentivos para ahorrar en moneda local recientemente el BCRA dispuso una tasa mínima para los depósitos de plazo fijo del 26% nominal anual, esta tasa equivale, en el mejor de los casos, a un rendimiento efectivo anual del 30% si quien ahorra en plazo fijo se toma el trabajo de renovarlo todos los meses reinvirtiendo los intereses ganados (capitalización). O sea, en los últimos dos meses y medio el dólar blue ganó 2,5 veces lo que un plazo fijo podría rendir en un año.
Ante esta situación que desespera, el BCRA ha dispuesto medidas sobre los fondos de inversión y restricciones sobre el dólar MEP y CCL, pero nada parece hacer efecto. Como siempre, el mal diagnóstico económico del Gobierno lo lleva a intervenir sobre las consecuencias y no sobre las causas y esto garantiza su fracaso a la hora de intentar normalizar la situación.
Tal como sucede con la inflación, no es que el dólar sube de precio, sino que el poder adquisitivo del peso baja. Estamos viendo un doble efecto que combina: por un lado, la baja de la demanda de pesos que se exterioriza por la repulsión de la gente a la moneda local (sacándosela de encima ni bien puede) y, por el otro, la presión que ejerce en el precio del dólar la emisión monetaria desenfrenada que se llevó a cabo en los últimos meses.

Es importante entender que los fenómenos de suba del tipo de cambio e inflación son parte del mismo proceso y no es uno consecuencia del otro como generalmente se cree. O sea, es equivocado pensar que porque sube el dólar ello implica necesariamente un aumento en el nivel general de precios, de hecho, sobran ejemplos de países que han sufrido grandes devaluaciones y no han generado posterior inflación. Por ejemplo, el peso chileno se devaluó frente al dólar 10% en lo que va del año, sin embargo, la inflación acumulada durante ese periodo de tiempo en el país vecino apenas alcanza 1,3% (y en abril la variación de su IPC fue 0).
Lo que sucede es que ante un aumento en la cantidad de dinero el mercado de activos financieros (donde cotiza el dólar) reacciona antes que el mercado de bienes y servicios. Dicho de otra forma, ante una emisión de nuevos billetes la pérdida de valor del peso se refleja primero en el precio del dólar y luego, más progresivamente, se va trasladando a los precios de los bienes y servicios.
La emisión de dinero viene creciendo a ritmos agigantados: el balance del BCRA del día 7 de mayo arroja una base monetaria de 2,3 billones de pesos y saldos de LELIQ por 1,7 billones de pesos, sumados equivalen a 4 billones de pesos de pasivos emitidos (o próximos a emitirse), por el contrario, las divisas con las que el BCRA cuenta en sus reservas ascienden a 28.000 millones de dólares, entonces podemos concluir en que hay más de 141 pesos por cada dólar de reserva.
El precio del dólar para los próximos meses dependerá de la política monetaria llevada a cabo por el BCRA, de las expectativas de inflación futura, de la demanda de pesos, de la capacidad de la economía para generar dólares mediante exportaciones y al resultado de las negociaciones de la deuda externa.