OPINION
Por: Lic. Prof. Silvana Castelnovo
con la colaboración de la Lic. Nadine Aleman.
Los chubutenses vivíamos en una provincia pre COVID 2019 mucho más cercana al caos que a la luz, y no nos hizo falta la intromisión de un virus para poner de manifiesto la ineficacia de quienes nos gobiernan, ya que hay que tener en cuenta que la administración pública de esta provincia no funciona plenamente desde 2018.
El sistema educativo, uno de los pilares de nuestra organización social, como el de salud, la producción, y el económico financiero, vienen viéndose afectados principalmente desde marzo de 2018 cuando no pudo comenzarse con normalidad ese ciclo lectivo y de allí en más, el deterioro del funcionamiento de la educación pública de Chubut se fue en picada.
Se comenzaba con una perversa manera de abonar los salarios (que luego se dio en llamar pago escalonado), a aplazar los concursos docentes y a introducir modificaciones en los reglamentos consultando tan sólo a vapuleados gremialistas de dudosa representación entre el colectivo docente; entre otras tantas graves deficiencias se encontraban algunas fundamentales, como las edilicias o las asociadas a las de suplemento alimentario con escaso, (por no decir inexistente) presupuesto.
El ingeniero, ex ministro de economía de la provincia del Chubut y actualmente empresario dedicado a la energía eólica Ismael Retuerto, reflexiona en una nota sobre regalías petroleras y la falta de institucionalidad: “mientras tanto se va naturalizando la pérdida de calidad institucional [de la que el sistema educativo puede ser un muy buen ejemplo desafortunadamente] Chubut se acerca a una crisis terminal desde hace tiempo…dónde no existe posibilidad de sostener niveles mínimos de prestaciones comunes y estas condiciones implicarán mayores grados de frustración.”
Adhiriendo a los conceptos de Retuerto, es lamentable reconocer que asistimos a una desazón generalizada sobre las instituciones pero agravada en el plano educativo, donde la falta de formación en entornos virtuales es más notable en las y los docentes con antigüedad promedio en el sistema de nivel primario, pero también en los otros niveles educativos que se ven forzados a la utilización de herramientas multimediales debido al aislamiento al que nos confina la cuarentena, y la unilateral decisión de la obligatoriedad de continuar con la enseñanza desde los hogares, sin reglamentación acorde, sin estudios socio ambientales que echen luces sobre la realidad de los y las estudiantes y sus condiciones familiares, de conectividad, tiempos y espacios… con la redefinición constante y en solitario del propio rol docente, con una Comunidad Educativa disuelta en tiempo y espacios que ya no son, que ya no pueden ser, ya que la relación con los padres de los estudiantes, en el mejor de los casos es compleja, por no decir inexistente.
Así en la tercera provincia argentina en peor nivel de conectividad (según los datos abiertos del ENACOM), pero que en el interior es inexistente, se pretende insertarnos a docentes y estudiantes en este nuevo orden que no es más que una nueva desorganización que se dio en llamar Educación Virtual, que inicialmente genera ansiedad y posteriormente angustia en los docentes, los directivos, y los padres presentes de los estudiantes que podemos aun sostener apenas según si su entorno lo permite, y resultan en la actualidad presos de una compulsiva aceleración hacia la digitalización de comunidades que no están ni remotamente preparadas, y que tampoco pretendían seriamente sumirse en esta modalidad.
¿Podemos decir que es la modalidad actual, fuertemente vinculada a la compu-omni-presencia, una experiencia de aprendizaje inmersiva realmente para estudiantes y docentes? ¿O será solamente una circunstancia que nos orilla a dejar la presencia física por la exigencia compulsiva de aprender (en poco tiempo y bajo presión) técnicas, criterios y lenguajes que nos son ajenos a nosotros, docentes principalmente que, por tipo de formación, por edad, y por la lógica que domina nuestra competencia comunicacional personal, no necesariamente respondemos eficazmente al mundo informático y multimedial de dominio cotidiano juvenil adolescente?
La respuesta puede extraerse de la inexorable atadura de un nuevo nudo asociado a una brecha digital que nos envuelve y nos sofoca, y que ya no sólo se fundamenta en quiénes acceden o no a una [digna o no] conectividad por cuestiones económicas (en donde nos dividiríamos en los llamados inforicos o infopobres), sino también la brecha etárea en dónde los milenials deben ser educados por quiénes son Generación Z o X directamente.
Zoomida en la virtualidad se escuchó sarcásticamente a una docente cercana a la edad jubilatoria, que prefirió incursionar en dicha herramienta a quedarse desplazada del sistema y que eligió como su trabajo pero principalmente desde su vocación, pero cuyo contexto escolar, al igual que el de muchos de los estudiantes, responde a realidades muy disímiles, dónde se migra a trabajar constantemente frente a una computadora sin alfabetización tecnológica y a través de una decisión no consensuada.
Esta nueva realidad, activa una forma de diáspora protagonizada
por refugiados tecnológicos, que sienten un aislamiento social, simbólico pero por momentos real, dónde queda disuelta y ausente la red de significaciones con que construyó su propia educación y su formación profesional específica, ya que este nuevo sistema es una intromisión en el mundo personal y a la vez en las realidades ajenas, de nuestros estudiantes y su privaciadad familiar en primera instancia.
Desapareció el aula y su contexto y nos invadió la tecnología omnipresente dónde desdibuja la tarea, se multiplica la cantidad de horas de trabajo y se demanda atención constante en una conexión permanente a los dispositivos tecnológicos que nos aparta de los mundos privados, de la organización del tiempo personal y familiar, a su vez sumidos en un Estado provincial que improvisa continuamente en todos los ámbitos que debería administrar, que es el fiel reflejo del pensamiento líquido posmoderno dónde lo único anclado es la incertidumbre devenida en frustración en la inminencia de un mensaje que llega, de una cámara que está a punto de encenderse en tu propia casa, sujetos todos inexorablemente a un tiempo que dicta al emergencia, un tiempo y un espacio propio que te resulta ajeno, que ya dejó de pertenecerte.-,