
En su nombre se reflejan múltiples historias de hombres y mujeres que en lugares alejados y con recursos, a veces escasos, se desvelan por la salud de comunidades pequeñas y su gente.
Esteban Laureano Maradona nació el 4 de julio de 1895 en Esperanza, Santa Fe, donde su padre se encontraba circunstancialmente para inaugurar el Primer Congreso Agrícola del país.
Fue el noveno hijo del matrimonio de Encarnación Villalba y Waldino Maradona. Más tarde la familia se trasladaría a “Los Aromitos”, una estancia en Barrancas, que su abuela había heredado sobre las costas del Río Coronda, también en Santa Fe, donde pasó su infancia.
Cursó sus estudios secundarios en la capital de la provincia y más tarde se trasladó a la Capital Federal para estudiar medicina en la Universidad de Buenos Aires.
En 1930 se graduó de médico y viajó a Resistencia, Chaco, donde instaló un consultorio.
Viajó a la Isla del Cerrito, donde la lepra hacía estragos e impulsó la construcción de un lazareto para la atención de los enfermos.
Publicó numerosos artículos en el periódico La voz del Chaco y dictó conferencias sobre diversos temas como lepra, lactancia e incluso sobre los alcances de la ley 9.688, de accidentes de trabajo, donde cosechó no pocas enemistades por asesorar a los trabajadores sobre cómo defender sus derechos.
Partió entonces rumbo a Paraguay donde comenzaba la Guerra del Chaco Boreal. Ofreció sus servicios de médico y, aunque pasó un tiempo en prisión sospechado de espionaje, pudo ejercer su profesión en el Hospital Naval, donde fue designado Director.
En Paraguay se enamoró de Aurora Ebaly, una muchacha de 20 años que murió de fiebre tifoidea en diciembre de 1934.
Al terminar la guerra, Maradona regresó a la Argentina y se encontró con su destino de médico rural en Estanislao del Campo.
Cobraba muy poco e incluso atendía gratis a los habitantes de las comunidades indígenas del lugar, formada por tobas, matacos, mocovíes y pilagás.
Escribió varios libros en el transcurso de su vida y en 1986 volvió a su provincia natal donde terminó sus días.
Murió el 14 de enero de 1995 a los 99 años.
Su vida fue dedicada a la profesión acorde con su ser, despojado de lujos y cercano a la naturaleza y la simplicidad de los lugares pequeños y rurales.
Entre las frases que lo retratan se encuentra:
«Muchas veces se ha dicho que vivir en austeridad, humilde y solidariamente, es renunciar a uno mismo. En realidad ello es realizarse íntegramente como hombre en la dimensión magnífica para la cual fue creado».
¡Feliz Día! a todos aquellos médicos rurales, hombres y mujeres de bien que hacen desde la medicina un lugar mejor para vivir
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