
Basta con mirar un mapa del norte de la provincia de Santa Cruz para descubrir que Bajo Caracoles está ubicado en una encrucijada de caminos. Siguiendo la vieja huella indígena, por allí pasaron casi todos los exploradores, entre ellos Musters, de la Vaulx y Moreno.
Lejos de la fiebre del oro y la conquista del desierto que aún genera polémicas y reivindicaciones, estas tierras de onas, tehuelches, mapuches y araucanos siguen presentes entre su riqueza histórica y turística.
Bajo Caracoles es un pequeño pueblo situado sobre la Ruta Nacional 40 a unos 128 km al sur de Perito Moreno, en un punto estratégico para aprovisionarse o cargar combustible antes de recorrer los atractivos de las zonas aledañas, como el Sitio Patrimonio Cultural de la Humanidad de la UNESCO, la Cueva de las Manos.
Esos lugares de la Patagonia que pareciera no llevar a ningún sitio pero donde habitan historias, silencios, soledades, identidades, luchas, resignaciones. Podemos pensarla como un territorio, pero también como una zona cultural, un domicilio existencial, una geografía casi imaginaria, una región. Un lugar de múltiples significados y sentidos.
El origen de Bajo Caracoles remite a la existencia de fósiles denominados Crioceras muy similares a un caracol, extintas hace más de 100 millones de años.
Fue un lugar de paso para las expediciones que exploraron la región entre 1869 y 1900. En los años 1920 se fundó el actual caserío: Francisco José Folch junto con los comerciantes llamados Caseros y Alessanco establecieron su boliche para aprovisionar a los viajantes y las estancias vecinas.
En la década del 50 cuando los camiones y los automóviles se encargaban de los servicios de transporte y del correo, Bajo Caracoles funcionaba como lugar clave de intercambio de mercaderías y circuito de gente, que unía la cordillera con parajes de Chile y las estancias con los puertos del Atlántico.
Como en casi toda la Patagonia estos parajes tenían un movimiento comercial y social que tal vez las comunicaciones actuales no nos permiten evidenciar. Todo parece alejado y desolador.

Según el último censo del año 2010, residen en el lugar 33 personas. Quienes recorren estos sitios aseguran que el número de personas en los parajes más alejados, es inversamente proporcional a la calidez de su trato.
En el hotel y bar que sigue funcionando en el lugar, el murmullo es intercultural, con voces entrecruzadas de distintos puntos del mundo, es la puerta de ingreso de incontables viajeros, turistas, gente de paso, trabajadores asociados a la minería, esquiladores.
La Patagonia parece inmutable pero hay lugares en su amplitud que la llenan de colores, sabores y bulla.
Cuando todo se calma, ganan las cartas y el compartir de los parroquianos del lugar, más cercano a lo familiar.
Bajo Caracoles es el lugar obligado para cargar el tanque de combustible, único surtidor entre Perito Moreno (128 km al norte) y Tres Lagos (409 km al sur). Desde aquí, por la Ruta Provincial 39 al oeste se encuentra el Lago Posadas y el Paso Roballos hacia Chile.

El paisaje es imponente y la vida anda entre lo actual de un mundo hiper-conectado y lo remoto o añoso.
Bajo Caracoles no se ha desvanecido con el tiempo, permanece como artífice de su propia historia.
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