Por Carlos Julián González – Carlos Blas Hoyos
El presidente Alberto Fernández visitó Formosa en plena pandemia. Como si viniera de paseo, aunque sin Dylan, llegó acompañado de la primera dama y de una inmensa comitiva: no sólo de funcionarios, custodios, agentes especiales de seguridad y periodistas, que no cumplieron ni con las más mínimas medidas de seguridad y aislamientos que imponen a los demás, no perdió ninguna oportunidad para intentar magnificar y endiosar la figura del eterno caudillo Gildo Insfrán, como hace poco lo hiciera con el polémico y procesado dirigente sindical Hugo Moyano.
En Formosa pretendió endiosar la figura de Insfrán que lleva más de 30 años en el poder y va a cumplir las «Bodas de Plata» como Gobernador, al reinaugurar un Hospital terminado durante la gestión de Maurico Macri. Hace pocos días nomás, también ponderó como “inmenso, ejemplar y dirigente a imitar” al procesado por causas de corrupción, defraudación y enriquecimiento Hugo Moyano. Esto fue al inaugurar por décima vez las nuevas obras del Sanatorio Antártida, que pertenece al gremio Camioneros.

Según tanto predican ellos mismos, las cuatro medidas más eficientes para evitar el contagio del Covid-19 son el distanciamiento social, el aislamiento, el uso obligatorio de Barbijos y la Cuarentena para los que ingresen de otras provincias (de las visitas y de las personas que tuvieron contactos con ellos), sin embargo incumplieron con todos juntos haciendo realidad aquel refrán popular “haz lo que digo no lo que yo hago”. De la igualdad y “predicar con el ejemplo”, ni hablar.
La dictadura Pandémica, el Estado de Sitio no declarado, formoseños varados fuera de la provincia, cuarentena carcelaria y Comerciantes presos por peticionar. Eso elogió Fernández en Formosa.
Pese al privilegiado status sanitario de cero Coronavirus, las autoridades provinciales se jactan, según los partes de prensa diarios del Comando de Emergencia de Atención Integral del COVID-19, de haber judicializado a 24.730 formoseños por incumplir el aislamiento, de multar a 1609 ciudadanos por no usar barbijo, de secuestrar 4.901 vehículos por infringir la restricción de circulación, de multar a 1132 comercios, y lo más complejo porque aquí se pone en juego la escasa economía privada en una provincia donde todos dependen del Estado. En plena Pandemia se clausuraron, sin trámites previos, 566 locales comerciales.
Las autoridades nacionales y provinciales incumplieron todas las medidas que impusieron y por las que fueron penalizados 33 mil formoseños.

Pero lo peor no fue que el presidente traiga innecesariamente de paseo a la primera dama, ni verlos al presidente Alberto Fernández junto al gobernador Gildo Insfrán, sacándose selfies con la muchedumbre sin barbijos, o ver abrazados sin respetar el distanciamientos social y sin barbijos a los dos mandatarios.
Lo peor fue en intento de endiosamiento de la figura feudal de Gildo Insfrán que desde hace más de décadas gobierna con puño de acero la provincia, abusando despóticamente de la suma del poder público que tiene en sus manos al tener cooptados todos los poderes del Estado y sometidas a las fuerzas sociales, gremiales y asociaciones intermedias de la provincia.
Gildo Insfrán fue diputado provincial desde 1983, luego de ser 8 años vicegobernador de la provincia, desde 1995 gobierna ininterrumpidamente la provincia. Lleva 37 años en el ejercicio de la función pública, porque en 1991 y en 1999 forzaron reformas constitucionales, metieron preso al Presidente del Superior Tribunal de la Provincia por orden de un Juez de primera instancia, clausuraron la Legislatura provincial y banalizaron los poderes del Estado, para lograr una interpretación rebuscada, amañada del artículo 129 de la constitución provincial que hasta hoy le permitió gozar de la reelección indefinida y la perpetuidad en poder.
Para lograr la eternización en el poder, Gildo Insfrán construyó un aceitado mecanismo de clientelismo político y sometimiento social con la inescrupulosa utilización partidaria de los recursos, resortes y empleos del Estado.
Todo esto lo cimentó sobre un perverso sistema electoral que desvirtúa la voluntad popular y licúa el veredicto ciudadano en la Ley de Lemas para favorecer siempre al que ostenta el poder, al que aprieta con el empleo público, con el PAIPPA que elogió Fernández, con la habilitación para permitirle comerciar, con una legión de aborígenes encerrados e indocumentados en galpones antes de las elecciones y con miles de Paraguayos, que cada dos años, previo otorgamiento de Planes Sociales, beneficios del Estado, jubilaciones nacionales y pensiones provinciales, vienen religiosamente a votar por Gildo Insfrán sus partidarios y eternización de los privilegios de los que gozan.
Ese es el Modelo Formoseño que elogió Alberto Fernández, y al que Raúl Alfonsín, ya sabía hace décadas cuando profetizaba que “la de Gildo Insfrán es una democracia a lo Stroessner».
El Presidente Alberto Fernández vino a prometer que “Juntos con Gildo Insfran van levantar un provincia olvidada durante cuatro años”. Se olvidó que el PJ gobierna ininterrumpidamente hace 37 años esta provincia, y que hace 33 años que Gildo Insfrán está en el Poder Ejecutivo Provincial y 25 en la Gobernación, y es el único responsable de los dramáticos índices sociales, de enfermedades endémicas y por ejemplo tener el 51% de la provincia sin acceso al agua potable y un 59% sigue sin tener cloacas.
Fernández elogió el relato falaz y desvergonzado de un modelo de provincia que no existe, donde el avasallamiento de la instituciones republicanas y democráticas son moneda corriente. Los formoseños padecemos la abolición de la libertades públicas, tenemos un sistema electoral fraudulento, paraguayos que vienen todos los meses a llevarse los recursos de los contribuyentes a cambio de votar a Insfrán cada dos años.
Con sus gestos, Fernández avaló y elogió, un modelo antidemocrático, clientelar, prebendarlo y de dominación social, que en estos 37 años en que gobierna Formosa, produjo la más fenomenal destrucción de su floreciente Industria y el brutal achicamiento de su aparato productivo.
Formosa hace 50 años, era un polo de desarrollo, productivo y de incipiente radicación de industrias, estábamos entre las primeras provincias en producción ganadera, de algodón, granos, madera, ganadería. Formosa era una tierra llena de oportunidades, el ramal C-25 atravesaba su territorio de punta a punta portando la producción de una provincia pujante, hasta un puerto que funcionaba a pleno con exportación y un movimiento de más de casi 1000 Toneladas mensuales, entonces la banca provincial era de fomento, y la actividad privada pagaba mejor que el empleo público, y “el ser pobre era solo circunstancial y se podía superar trabajando”.
Formosa era una potencia hasta que apareció el modelo que elogió el Presidente y pasamos a ser de una “provincia pujante” a una “provincia mendicante”, este modelo que desactivó todos los resortes productivos y convirtió al “empleo público en un subsidio al desempleo” y de los 7 mil iniciales arrancamos con 15 mil en 1985, y luego pasamos a 43 mil y a más del doble en la actualidad con monotributistas y precarizados.
Hoy el 75 % del empleo en la provincia es empleo público, 7 de cada 10 formoseños en edad económicamente activa dependen de la administración pública. Sin contar los miles de pensionados por discapacidad, beneficiarios de la asistencia social, becados, subsidiados, cooperativas y asistidos por los más diversos planes.
En los últimos 37 años la clase política gobernante prefirió consolidar un esquema clientelar y de dominación social que les garantice su permanencia en el poder, para eso era necesario desmantelar el anterior modelo productivo, que solo podía generar ciudadanos libres, independientes y pensantes; y debemos reconocer que tuvieron éxito.
De ser una provincia potencialmente productiva, que luego de 37 años de populismo pasamos a ser una provincia pensionada por invalidez y discapacidad, mantenida con recursos de nación, que solo produce y recauda el 7% de lo que gasta. Una provincia centralista que redistribuye a todas sus comunas, solo el 10% de lo que recibe de Nación. Insfrán se queda con el 90% de la Coparticipación Federal.
Formosa no produce absolutamente nada, tristemente las oportunidades siguen pasándonos por los costados mientras los mandatarios siguen alegremente eternizados en el poder y en el manejo discrecional de los recursos públicos. Eso elogió Alberto Fernández.
Además, Fernández se compró el cuento del Programa de Asistencia Integral al Pequeño Productor Agropecuario (PAIPPA), que no es otra cosa que un programa clientelar, otra gran mentira de Gildo Insfrán que hizo desaparecer la cultura del trabajo y la convirtió en asistencialismo dadivoso, lo que profundizó el desarraigo y el éxodo rural e hizo florecer taperas, porque en realidad funciona dos o tres meses antes de cada elección. El PAIPPA fue otro gran fracaso de El Modelo Formoseño, porque la realidad es que el hombre de campo y los verdaderos pequeños productores están abandonado a su suerte.
El colmo total fue que el presidente, sus custodios, comitiva y periodistas se esforzaron en incumplir con todas las normas de seguridad, cuando venían de un lugar explotado de coronavirus a un lugar sin circulación de covid-19.
El presidente, el Gobernador y todos sus funcionarios terminaron dando un pésimo ejemplo, frente a una sociedad que hizo esfuerzos inhumanos, cediendo derechos y libertades en favor del combate a la pandemia.
Allí, mientras a los formoseños nos hacían elegir entre la guillotina o la horca, aparecieron alegremente Gildo Insfrán y Alberto Fernández, incumpliendo con todas las normas por las que ya habían ejecutado en la hoguera de la Santa inquisición a más de 33 mil formoseños
Otra vergüenza presidencial. Con seguridad “Moyano no es ejemplar ni inmenso”, y absolutamente Gildo Insfrán no es “San Gildo” y menos un ejemplo a imitar; por lo menos en una democracia que pretenda la plena vigencia de las instituciones republicanas y de las libertades públicas, más bien representa exactamente todo lo contrario.
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